Me enamora el son,
por sí solo, solito, me enamora el son.
Tanto como las notas empinadas del blues y
la sensual ronquera de sus acetatos. (Ah! qué suave vino, suave cama).
A ellos, soneros con o sin manteca, en o fuera de Cuba...
dedico apretados ratos.
Chao Cachao.
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